




Nuestra Historia
El pueblo Waorani fuimos contactados forzosamente hace más de 60 años. La evangelización, la imposición de planes comunitarios y el adoctrinamiento fueron estrategias utilizadas por grupos misioneros para instaurar la colonización en nuestro territorio. Este contacto no fue un encuentro cultural, sino el inicio de un proceso violento que transformó drásticamente nuestra vida y nuestra organización social. Nuestras prácticas cotidianas, profundamente ligadas al territorio y a nuestra cosmovisión, comenzaron a cambiar bajo la presión externa. Este contacto forzado marcó la apertura para la explotación petrolera y otras formas de intervención que aún nos afectan.
En los años 70, con el auge de la explotación petrolera en Ecuador, la problemática se intensificó en el territorio Waorani. La entrada de Texaco, respaldada por el Estado bajo la promesa de «desarrollo», trajo consigo contaminación, propagación de enfermedades, conflictos internos, crecimiento demográfico descontrolado y profundas desigualdades.
En 1979, la creación del Parque Nacional Yasuní no resolvió los problemas que ya enfrentamos. Al igual que la expansión de la industria petrolera, la creación de esta reserva se realizó de manera inconsulta, ignorando la voz de los pueblos indígenas que habitamos este territorio. Aunque se presentó como una iniciativa de conservación y ordenamiento territorial, con el tiempo quedó claro que los intereses económicos prevalecían. La falta de voluntad política permitió que empresas petroleras ingresaran a gran parte de este territorio megadiverso, poniendo en riesgo no solo nuestra territorio, sino también nuestra existencia y la de nuestros hermanos, Tagaeri y Taromenane, pueblos en aislamiento voluntario, que habitan también este territorio ancestral.
A más de 60 años del contacto forzoso, las industrias extractivas, los conflictos internos, las amenazas al territorio, la contaminación y la desigualdad social siguen siendo una realidad latente. Según el censo realizado por la NAWE en 2024, el 57% de la población Waorani vive en condiciones de pobreza o extrema pobreza, con ingresos familiares menores a dos dólares diarios. El «desarrollo» prometido nunca llegó. Sin embargo, como pueblo Waorani, seguimos resistiendo.
Nuestra lucha continúa con firmeza para salvaguardar nuestro territorio, preservar nuestra cultura y asegurar medios de vida dignos para nuestras comunidades y familias.